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martes, 14 de diciembre de 2010

Una lección de talento, empeño y dedicación

El reciente estreno de la obra teatral Los Orígenes, entre otras actividades culturales de aniversario, pone en evidencia el talento artístico que varios de nuestros integrantes atesoraban desde hace años. Cinco de ellos, nos cuentan su historia.

Elena Tejada
La carismática Elena Tejada tiene que levantarse muy temprano todos los días para acudir a sus clases de Sicología en la Universidad Federico Villarreal. Se inició como auxiliar en la academia Aduni en el 2008, pero tuvo que dejar la institución por un breve plazo por motivo de estudios. Sin embargo, este 2010 ha vuelto con nuevos bríos y hoy comparte sus labores como coordinadora de piso con el teatro. Recientemente se le descubrió como una campesina oprimida en la obra Los orígenes, una representación acerca de los inicios de nuestras academias. Siempre risueña, Elena nos demuestra la importancia del ímpetu en la lucha por los ideales.

Elegiste Sicología porque...
Las personas casi siempre son juzgadas por cómo se ven y son prejuzgadas. Sin embargo, la Sicología me ha enseñado que detrás de cada persona hay toda una historia.
¿Cuál es tu especialidad favorita?
Dentro de la Sicología, me interesa el campo de la Sicología Organizacional. Mi visión es la del ser humano no como una pieza dentro de un organismo, sino como un elemento integral dentro de la organización.

Te refieres a no ver al ser humano como un objeto, sino como un fin...
Exacto. Tomarlo como alguien que se puede desarrollar y llegar a ser grande en su trabajo.

¿Cómo ves el arte en el contexto mundial?
Dentro de este mundo globalizado, creo que debemos lograr ese equilibrio entre pensar en lo nuestro (nuestro arte popular, nuestra expresiones culturales) y pensar en el mundo (lo externo). Nosotros vivimos en una aldea global y no podemos dejar de cambiar al ritmo de ella.

Cuéntanos ese romance que ha nacido entre el teatro y tú
Elegí este arte porque creo que te permite expresar tus emociones, sensaciones. El teatro no es como el canto o la música, en las que interpretas algo que ya está creado. El teatro es creación pura, cada línea que dices, cada gesto, es nuevo y poco a poco vas configurando tu personaje.

¿Qué es lo más difícil de estar en teatro?
Para mí, lo más difícil es evitar reírme cuando estoy en los ensayos (risas). Yo soy una persona muy alegre y expresiva, pero afortunadamente tenemos una profesora -Elsa Chipana- que sabe cuándo aplicar el rigor y la disciplina y poner las cosas en su sitio. En esta mi primera obra teatral, fue para mí todo un reto hacer de campesina explotada, ya que es un papel que se enmarca en la tristeza, así que tuve que esforzarme el doble para sacar a relucir esa faceta de mí que tenía tan oculta.

¿Algún actor al que admires?
Denzel Washington, por la emotividad que manifiesta en cada uno de sus personajes.

¿Qué se siente ver tantas expresiones artísticas con motivo de este 49 aniversario?
Creo que este 2010 ha habido muchos cambios en la institución y para bien. Me refiero a todo este movimiento cultural intenso, el cual no solo ha involucrado a estudiantes, sino también a profesores, empleados y auxiliares. Esta movida cultural de aniversario nos hace sentir que somos una familia unida.

¿Qué metas te has propuesto para el próximo año?
Quiero contribuir a mejorar el trabajo con los alumnos. Romper ese hielo que media entre los auxiliares y ellos, acercarme más a sus problemas, a sus necesidades. También me gustaría ejercer mi carrera en el rubro organizacional en una empresa con fines humanitarios.

Elena aspira en convertirse en sicóloga organizacional


Johan Rivera Cántaro
Johan sueña con ser docente de Historia. Para eso, viene siguiendo la carrera de Educación en la Universidad Federico Villarreal. A sus 22 años, ya se puede decir que se trata de uno de nuestros artistas más consumados. Con tres puestas en escena a cuestas -El cambio; El profesor y la recientemente estrenada Los orígenes-, Johan espera poder concientizar algún día a sus pupilos sobre los peligros del consumismo promovido por los medios de comunicación.

¿Cuándo empezó esta fructífera aventura teatral?
Todo empezó cuando me inscribí en un taller de clawn en la universidad. En realidad, yo solo buscaba completar algunos créditos extracurriculares, pero gracias a las clases de teatro descubrí cómo expresar la alegría, la tristeza, la ira que uno lleva dentro, aprendí a liberarlas en público y me gustó.
Aparte del teatro y los estudios, ¿a qué te dedicas?
Me gusta ir a ver obras teatrales, ya que muchas obras dramáticas te ponen a reflexionar. Hoy, en su mayoría, los medios de comunicación se valen de las técnicas del teatro para generar el consumo de productos superfluos entre la gente. Sin embargo, los que sí valoramos el teatro en serio, gustamos de ir y apreciarlo.
Por la forma en que juzgas al contexto actual, esta pregunta es inevitable: ¿en qué otra época te hubiera gustado vivir?
Me hubiera gustado vivir en los sesentas. La juventud entonces se identificaba con los problemas sociales, revaloraban a los escritores, había interés por la política como una alternativa de solución.
¿Cuál sería el siguiente papel que te gustaría realizar?
Me gustaría hacer de campesino. El teatro te lleva a imaginar mucho y hacer de campesino me transportaría a un mundo distinto, interesante.
¿Cómo va esa química entre el elenco y la profesora Elsa Chipana?
La profesora es muy dinámica pero a la vez muy exigente. Sabe cuándo reírse contigo pero también sabe ponerte en tu sitio si te desconcentras. Nosotros respetamos mucho su trabajo y aprendemos de cada una de sus orientaciones.

Johan y su sueño de ser profesor de Historia

Walter Olivari Ramírez
Walter nunca imaginó que luego de estar sumergido entre los excéntricos experimentos de su adolescencia, o de ser un destacado alumno de Física pura en la Universidad Nacional de Ingeniería, podría alguna vez saltar sobre las tablas y hacer de Fernando Belaúnde Terry, el ex mandatario desaparecido ya hace algunos años. Fue alumno de la academia César Vallejo en el año 2000 y hoy, a sus 29 años, ya lleva tres como integrante de la Plana de Física.
¿Con qué época de la obra Los orígenes te identificas más?
Definitivamente con los sesentas, en que la sociedad estaba convulsionada y la voz de cambio no era solo un bonito proyecto, era una necesidad. Además, la política fluía en todos los ámbitos: la cultura, el deporte, la educación.
Desde el año 2000 hasta la actualidad, ¿has visto algunos cambios en la institución?
Yo creo que la institución ha cambiado mucho. Antes, los alumnos estaban mucho más predispuestos a escuchar al profesor. Ahora el profesor tiene que motivar al alumno para que éste atienda. Ahora, veo demasiados medios distractivos, como celulares, televisión; hay menos preocupación por leer. Sin embargo, con toda esta movida cultural que está habiendo por aniversario, creo que las cosas empiezan a cambiar.

¿Cómo se podría retomar ese grado de conciencia social que tenían antes los profesores y alumnos?
Yo creo que el arte es un camino apropiado. Debemos utilizar el arte para poder hacer reflexionar a los jóvenes en torno a los valores y principios que conduzcan al progreso, no en torno a estereotipos ni apariencias.
Cambiando de tema, ¿qué te han dicho tus alumnos ahora que saben que estás actuando?
Bueno, ellos solo me dicen ¡Bien, profe! Y eso es más que suficiente para motivarme.
Ahora que se vienen las celebraciones por los primeros 50 años de la institución, ¿qué actividades propondrías como marco cultural?
Yo creo que dentro de las celebraciones por los próximos 50 años institucionales, se debería retomar la actividad deportiva para profesores, como se solía hacer antes. Así como los alumnos se motivan viéndonos actuar, también es una emoción para ellos ver cómo sus profesores hacen deporte y demuestran su talento. Por otro lado, me gustaría ver la visita de algunos científicos de renombre que vengan a aportar sus enseñanzas y, a través de ellas, se sumen a nuestro aniversario.

Aparte de seguir creciendo como artista, tu sueño es...
Ejercer mi carrera en el mejor aprovechamiento de la energía: trabajar con paneles solares y celdas fotovoltáticas.

Luis Lavado Jara
Luis Lavado Jara, o mejor conocido entre estudiantes y profesores como “Luchito el romántico” fue una de las revelaciones durante el Acto Cultural por el 49 aniversario institucional. Sus seguidores, que ya suman varias decenas, afirman literalmente que este cantante de música vernacular “la rompió ese día”. Artista desde los ocho años de edad, comerciante, empleado de nuestra institución, actor... todo un ejemplo de sacrificio.
¿Cómo fue que te iniciaste en el canto?
Mi padre era tocador de roncadoras, allá en la provincia de Quinuabamba, departamento de Áncash, lugar donde nací. Yo lo acompañaba desde los 8 años. A veces, mi padre se ponía a celebrar después de la actuación y me dejaba a mí tocando solito (risas). Luego, vine a Lima a los 17 años con tan solo 3ero. de primaria a cuestas, en 1991. Me puse a trabajar como ayudante en diversos negocios, hasta que en el 2007 felizmente pude terminar la secundaria estudiando por las noches. En el 2008 empecé a estudiar canto en una escuela por el centro de Lima. Por entonces, yo aún era tímido y mis amigos me decían “el mudo”, pues casi no hablaba con nadie.
¿Y cómo superaste ese escollo?
En el 2009 llevé un curso de oratoria que me ayudó a desenvolverme mejor. Fue así que este 2010, luego de diversas presentaciones, pude grabar mi primer disco, titulado “Luchito El Romántico”. Actualmente, me encuentro ahorrando y buscando auspicios para mi próximo disco, a publicarse el 2011.

¿Qué mensaje te deja esta obra Los orígenes, que marcó tu debut en el teatro?
Bueno, creo que muy pocos integrantes del Instituto de Ciencias y Humanidades sabíamos, antes de esta obra, cómo se originaron exactamente nuestras academias. Así que eso es lo principal aquí: conocer de dónde venimos y así valorarnos más. Por otro lado, nos deja un mensaje de unión y solidaridad, pues esta obra la hemos hecho profesores, empleados y auxiliares, con las sugerencias de nuestros responsables; es decir, es una obra de todos y para todos.

¿Qué se siente formar parte de toda esta movida cultural por los próximos 50 años?

Para mí es un orgullo, un honor, en primer lugar, ser parte de una institución tan grande y prestigiosa como es el ICH. Hemos visto en esta obra teatral cuánto se ha sufrido para sacarla adelante, ha exigido mucha perseverancia su constitución. Y ahora que va a cumplir 50 años, mucho más.

¿Cuál es tu sueño a mediano plazo?
Poder superarme académicamente para dirigir más adelante algún proyecto cultural importante.

Luis Lavado, un ejemplo de constancia

Martín Morales Pérez
Es uno de esos jóvenes que siempre ves yendo de un lado para otro lleno de ocupaciones. Bajo de estatura, de tez morena, ojos saltones y una sonrisa socarrona, Martín Morales Pérez, de 17 años, alumno del ciclo Anual Integral turno tarde, nos cuenta cómo incursionó en el rock y de su afición al canto.
Cuéntanos sobre tus orígenes
Mi padre, Javier Martín, tiene 43 años y es un cantante de boleros y salsa muy popular en mi barrio del Cercado de Lima (por la Reniec de la avenida Abancay). Mi madre, Margarita del Rocío, es ama de casa.


¿Cómo incursionaste en el canto?
Cuando yo cursaba el cuarto de primaria (tenía 8 años), hubo una especie de festival por el Día de la Canción Criolla en la galería “La Concepción”, de la avenida Abancay. Yo intentaba aprobar el curso de Personal Social, así que un día escuché que mi padre cantaba “Mi propiedad privada” y pensé que yo también podría hacerlo. Mi padre me alentó, así que fui a cantar a mi salón, luego de lo cual fui seleccionado para representar a mi colegio -Héroes del Cenepa- en el festival de la galería. Así fue como debuté y gané mi primera medalla de oro del canto, que aún conservo junto a mis anuarios de la promoción.


Luego de eso...
Bueno, aprobé Personal Social y, desde luego, me convertí en el cantante oficial de mi colegio, siempre salía en las actuaciones.

¿Cómo va el trabajo en el elenco de rock de la sede de Bolivia?
El elenco es, definitivamente, lo mejor que me ha pasado. Pienso que en tan solo tres o cuatro meses nos hemos logrado compenetrar muy bien. Creo que nos favorece mucho esa combinación entre gente adulta (los profesores) y gente adolescente.
¿Qué te dicen tus compañeros luego de verte cantar con el elenco?
Bueno, desde entonces me dicen “Martín, el rockero”. Lo que pasa es que, paralelamente al canto, fui delegado de mi salón, el Anual Integral tarde 367, así que tengo una hinchada ya asegurada.
¿Y cómo vas con el tiempo?
Bueno, no puedo negar que es complicado: los estudios, el examen de admisión, la familia, el elenco, los amigos. Pero creo que ya estoy acostumbrado, pues siempre he vivido contra el reloj, me gusta la vida llena de ocupaciones. Desde niño aprendí a compartir el estudio con el canto y las ocupaciones de la casa.

¿Y la composición? ¿Llegó el momento?
No la descarto, pero por el momento no me queda tiempo para eso. Quizá más adelante.

¿Qué es lo mejor de cantar?
Primero poder llegar a la gente, expresar lo que sientes, hacerlo con “feeling”. Yo me identifico mucho con el grupo Sin Bandera, por la carga emotiva que le ponen a sus interpretaciones.

¿Qué siente un alumno cuando ve actuar a sus profesores?
Bueno, verlos todos serios en clase y luego ver cómo se desenvuelven en el escenario con total libertad, es una sensación un poco rara al principio, pero a la vez agradable. No es que los profesores tengan doble personalidad, simplemente ocurre que hay que saber comportarse de acuerdo a los espacios.

¿Tus metas más próximas?
Primero ingresar a Ciencias de la Comunicación en la Villarreal, sí o sí. También ayudar a que elenco se consolide y grabe sus propias canciones, sería un sueño hecho realidad.

Martín Morales, baluarte del elenco de rock




Luis, Johan, Elena y Walter

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